"Cada hoja es todas las hojas del innumerable Arbol de los Relatos"

Tuesday, October 21, 2008

Nostalgias... de escuchar tu risa, loco


"Nostalgias del país donde se podía jugar en la calle sin miedo”1

“Llegué al consultorio tan ansioso que hasta olvidé mis ganas de abandonar terapia. Apenas se abrió la puerta avancé hasta el diván, me acosté y, repitiendo lo que hacía cuando era chico, me saqué el zapato derecho empujándolo con la punta del izquierdo, que aún tenía puesto, haciendo fuerza con el dedo gordo del pié que había quedado descalzo.
Se que tengo nostalgia _dije mientras miraba las medias_ pero no se desde cuando. Es más, ni siquiera tengo la certeza de haber vivido el período que añoro.
(...)
Intuyo sin embargo, que lo que extraño es una etapa que viví, cuando el picado de fútbol se jugaba con una pelota de goma a rayas llamada Pulpo y los arcos, delimitados por un poste de alumbrado y la pared, se ubicaban en diagonal, uno en cada vereda. El partido solo era interrumpido cuando pasaba un auto, es decir, cada tres minutos, y hacían de público unas cuantas tías que miraban sentadas en las sillas que habían sacado hasta la puerta mientras algún vecino preparaba el vermucito al que estaba invitado medio barrio.
Tengo nostalgia de un tiempo en el que la palabra subdesarrollo no figuraba en nuestro diccionario, éramos felices con lo que teníamos, no había encendedores descartables, bolígrafos a los que no les podés cambiar el repuesto, hojas de afeitar para una sola vez o cepillos de dientes con la pasta incorporada. Por eso tenías tiempo de encariñarte con las cosas; no existía el “úselo y tírelo” tan práctico y desangelado.
Añoro esa época en la que los autos no tenían paragolpes de plástico y era posible ser solidario y empujar al que se había quedado y estaba pidiendo ayuda sin romper el nuestro. En ese entonces no había walkman: si queríamos escuchar música estábamos obligados a compartirla; ni delivery, porque la casa no era un refugio; ni un chat, cuando queríamos comunicarnos con un amigo tratábamos de encontrarnos; ni casas de ciberjuegos en las que los pibes juegan uno al lado del otro sin hablarse.
Sí, tengo nostalgia de un momento en el que había ilusiones hasta para el suicidio: por ese entonces muchos jóvenes regalaron su vida, pero imaginando que podían cambiar el mundo; hoy, en cambio, otros muchos jóvenes, algunos triunfadores, eligieron con la droga un suicidio autista y desesperanzado.
_Lo lamento Jorge _ interrumpió el analista_ y comparto su pensamiento. Lo único que me pregunto es ¿por qué dejó de dedicarse al humor?


Jorge Guinzburg: “Sesiones extraordinarias (desde el diván)”

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María Elsa Rodríguez nació en San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en 1966. Supo que lo suyo no eran las obtusas matemáticas, y que los sueños la movilizaban más que la realidad. Estudió Cinematografía, Fotografía, Bibliotecología y Archivística (áreas estas dos últimas en las que desarrolló su labor profesional los últimos años, sin dejar de seguir ampliando en talleres, su interés por la dramaturgia y la literatura). Estrenó obras en teatro, publicó cuentos y su primera novela. Desde entonces, comparte algo de su material en los sitios que administra en la Web: • https://artistinconcluso.blogspot.com/ • http://unadextranjerosenyankilandia.blogspot.com/ • http://ailaviuforever.blogspot.com/ • https://www.facebook.com/Libros-para-olvidar-la-editorial-de-los-libros-perdidos-984324104963181/