"Cada hoja es todas las hojas del innumerable Arbol de los Relatos"

Monday, December 26, 2011

¡Chau tíos!

La entrada previa invitaba a todos a acercarse a mi libro que no se llama: I Love you for ever a todos ustedes.... sino ailaviuforever@todos.uds que es lo mismo aunque no sea igual.
Por supuesto se supone que "su autora" es una ultra fan que persigue a sus ídolos fastidiándolos con su molesta insistencia.
Tiene que ver con algunas anécdotas no tan ciertas de alguna vez que vi a Pergilini, De La Puente, Guinzburg y Viggo Mortensen por la calle o en la puerta de la entrañable Rock and Pop... que sigo desde Radio Bangkok.
Ya somos grandes...
Mario y Edu se van... cómo aparentemente iba a pasar cuando empecé a escribir el libro mencionado. En ése entonces, zafamos. Hoy es cierto, mis queridos cualesianos. Acá hay sólo un link por si quieren compartir nuestra nostalgia:
http://exitoina.com/2011-12-23-87183-pergolini-despidio-llorando-cual-es/
Si quieren entrar al libro, acá un capítulo del blog... por si se animan a navegarlo:
http://ailaviuforever.blogspot.com/2011/12/capitulo-21-la-fama-sin-la-fortuna.html
Y para opinar si pinta, la solitaria página en Facebook: ´
http://www.facebook.com/#!/pages/ailaviuforevertodosuds/256362107740339
También se separaron Los Beatles, pero aún así los llevamos en el corazón por siempre.

I Love you
4 ever

Monday, May 23, 2011

"Por eso lo queríamos y lo respetábamos tanto..."

“Si, Castelo estaba loco, y tenía coraje, y se indignaba, y decía lo que tenía que decir aunque eso lo dejara al borde del desastre _ dice Carlos Barragán_. Y muchas veces quedaba al borde del desastre y salía a pelearle a la tormenta, que era el costo de hacer lo que le parecía que estaba bien hacer. Y por eso lo queríamos tanto y lo respetábamos.”

En éstos párrafos desordenados adrede, comparto lo que las hijas de Adolfo Castelo escribieron en: “Castelo : diario de un ironista”.
Habían terminado el libro en enero y el 12 de febrero, la mayor murió inesperadamente: “La memoria prodigiosa, voluptuosa, de Daniela permitió reconstruir la vida de papá”, recuerda Carla en un “Prólogo inesperado”.
Cómo recordaban juntas a ese canoso brillante y coqueto que combinaba hasta las medias con el calzoncillo hasta el último día. Ese seductor que convenció a la encargada del registro civil de que le quitara 10 años a su documento: “El señor de la cochería comenzó a realizarnos un breve cuestionario. En sus manos se reía el documento de identidad de papá.
_ Fecha de nacimiento: 29 de agosto de 1945.
Jorge Guinzburg no pudo evita la carcajada. Todos nos miramos con complicidad. El hombre nos observaba sin entender.
En cualquier momento era hijo nuestro”.
Decía ese amigo entrañable que luego agregaría: “Jamás voy a poder olvidar su cuerpo tapado por flores, cartas, poesías y estampitas entregadas por desconocidos que lloraban su muerte –escribió Guinzburg- (…) Ni tantos abrazos que recibí esa tarde, de aquellos que al estrechar mi cuerpo se sentían un poco más cerca de Adolfo. Si el sentido de la vida es lograr ser querido, sé que se fue pleno. Pero no me alcanza.”

“Los más cercanos llevaron el cajón hasta el panteón de Actores. Hay escenas tan terribles en la vida que no se pueden explicar. Fernando Peña deshace el nudo del pañuelo que lleva en la garganta. Es un pañuelo rojo sangre. Y lo lanza al nicho como en un último adiós.”



“A media tarde, los amigos más íntimos se habían despedido al aire. Joaquín Sabina estaba desconsolado.
_ Estoy hecho mierda… No puedo conformarme con que haya muerto un tipo tan guapo… Ahora sólo quedo yo para decir lo que lo amaba. Lo que yo quiero es encontrármelo en un puticlub mañana. ¿Por qué los hijos de puta son tan longevos y la gente decente no? (…)
_ Hoy es un día para odiar la muerte…
_ ¡Muera la muerte, carajo!"



“Gracias, entonces, dije. Y me saqué la gorra y grité basta, aunque no haya gritado, se los cuento. Bata de simulación, basta de farsa, porque estoy vivo, estoy enfermo. Y el premio es medicina. El premio es fuerza. El premio es una razón pata seguir. La conmoción llegó con el aplauso, los colegas de pie. Impresionante. ¿Qué más puedo decir? No lo creía. No podía entender tanto homenaje. Mis amigos lo saben: lloro de la emoción cada vez que recuerdo.”

Sunday, May 08, 2011

"Querido y remoto muchacho"

Viviana Álvarez (Poeta Coordinadora del Taller Literario PASIÓN DE ESCRITORES) me envió estos consejos que Sábato le diera a un fan que le pidiera consejo: "Para rendirle un pequeño homenaje al Gran Escritor y para que lean detenidamente los consejos que le da, a través de sus cartas, a ese remoto muchacho que le escribiera pidiéndole consejo. Extracté del libro aquello que me pareció importante para que tengan en cuenta cuando alguien levante el dedito acusador “criticando” lo que escriben, por qué escriben o sobre qué escriben."

De: "Querido y remoto muchacho"

"Me pedís consejos, pero no te los puedo dar en una simple carta, ni siquiera con las ideas de mis ensayos, que no corresponden tanto a lo que verdaderamente soy sino a lo que querría ser, si no estuviera encarnado en esta carroña podrida o a punto de podrirse que es mi cuerpo. No te puedo ayudar con esas solas ideas, bamboleantes en el tumulto de mis ficciones como esas boyas ancladas en la costa sacudidas por la furia de la tempestad. […]


[…]Te desanimás porque no sé quién te dijo no sé qué. Pero ese amigo o conocido (¡qué palabra más falaz!) está demasiado cerca para juzgarte, se siente inclinado a pensar que porque comés como él es tu igual; o, ya que te niega, de alguna manera es superior a vos. Es una tentación comprensible: si uno come con un hombre que escaló el Himalaya, observando con suficiencia la forma en que toma el cuhcillo, uno incurre en la tentación de considerarse su igual o superior, olvidando (tratando de olvidar) que lo que está en juego para este juicio es el Himalaya, no la comida.



Tendrás infinidad de veces que perdonar ese género de insolencia.



La verdadera justicia sólo la recibirás de seres excepcionales, dotados de modestia y sensibilidad, de lucidez y generosa comprensión. Cuando aquel resentido de Sainte-Beuve afirmó que jamás ese payaso de Stendhal podría hacer una obra maestra, Balzac dijo lo contrario; pero es natural: Balzac había escrito la Comedia Humana y ese caballero una novelita cuyo nombre no recuerdo. De Brahms se rieron gentes semejantes a Sainte-Beuve. Mientras que Schumann, el maravilloso Schumann, el desdichadísimo Schumann, afirmó que había surgido un músico del siglo. Es que para admirar se necesita la grandeza, aunque parezca paradójico. Y por eso tan pocas veces el creador es reconocido por sus contemporáneos: lo hace casi siempre la posteridad, o al menos esa especie de posteridad contemporánea que es el extranjero, la gente que está lejos, la que no ve cómo te vestís. Si esto le pasó a Stendhal y Cervantes, ¿cómo podés desanimarte por lo que diga un simple conocido que vive al lado de tu casa? […]



[…]Pero –tan extraña es la condición humana–no sólo los insignificantes y fracasados padecen esos sentimientos bajos. ¿No dictaminó Lope que El Quijote era el peor libro que había leído en su vida? ¿No silencia Goethe a poetas que eran tan notables como él, mientras elogiaba a otros de tercera categoría, con lo cual ponía por debajo de ellos a espíritus que en fondo envidiaba?[…]



[…]Es entonces cuando además del talento o del genio necesitarás de otros atributos espirituales: el coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir adelante, una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y de arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo, para rehuir la tentación pero también el peligro de los grupitos de las galerías de espejos. En esos instantes te ayudará el recuerdo …de los que escribieron solos: en un barco, como Melville; en una selva, como Hemingway: en un pueblito, como Faulkner. Si estás dispuesto a sufrir, a desgarrarte, a soportar la mezquindad y la malevolencia, la incomprensión y la estupidez, el resentimiento y la infinita soledad, entonces sí, querido B., estás preparado para dar tu testimonio. Pero, para colmo, nadie te podrá garantizar lo porvenir, porvenir que en cualquier caso es triste: si fracasás, porque el fracaso es siempre penoso y, en el artista, trágico; si triunfás, porque el triunfo es una especie de vulgaridad, una suma de malentendidos, un manoseo; […]



Un lunes de 1972



[…] “No sé bien, lo que quiero.” ¿Y quién lo sabe, de antemano? Y aun después. Delacroix decía que el arte se asemeja a la contemplación mística, que va desde la confusa plegaria a un Dios invisible hasta las precisas visiones de los momentos teopáticos. […]

[…]No hay temas grandes y temas pequeños, asuntos sublimes y asuntos triviales. Son los hombres los que son pequeños, grandes, sublimes o triviales. La “misma” historia del estudiante pobre que mata a una usurera puede ser una mera crónica policial o Crimen y Castigo. […]



[…]Que no seas capaz, como me decís, de escribir sobre “cualquier tema” es un buen indicio, no un motivo de desaliento. No creas en los que escriben sobre cualquier cosa. Las obsesiones tienen sus raíces muy profundas, y cuanto más profundas menos numerosas son. Y la más profunda de todas es quizá la más oscura pero también la única y todopoderosa raíz de las demás, la que reaparece a lo largo de todas las obras de un creador verdadero; porque no te estoy hablando de los fabricantes de historias, de los “fecundos” fabricantes de teleteatros o de best-sellers a medida, esas prostitutas del arte. Ellos sí pueden elegir el tema. Cuando se escribe en serio, es al revés: es el lema que lo elgie a uno. Y no debés escribir una sola línea que no sea sobre la obsesión que te acosa, que te persigue desde las más enigmáticas regiones, a veces durará años. Resistí, esperá, poné a prueba esta tentación; no vaya a ser una tentación de la facilidad, la más peligrosa de todas las que deberás rechazar. […] Escribí cuando no soportés más, cuando comprendas que te podés volver loco. Y entonces volvé a escribir “lo mismo”, quiero decir volvé a indagar, por otro camino, con recursos más poderosos, con mayor experiencia y desesperación, en lo mismo de siempre. […]"




Saturday, March 26, 2011

Transformación de la novela en gran disonancia


Desata la cabellera del nudo
De la espalda al sillón rojo

Oye las voces dentro de la cámara,
Como el crepitar de los cascos, preludia la guerra

Cuerpo a cuerpo con mi cuerpo luchaba y la
Sangre macilenta caía sobre la arena

Como hojas de otoño o brillosas palabras.
Sobre la muralla las estatuas de colosos

Se hunden en el agua, en el borde
Del mar, a orillas del lenguaje,

Deja el cenit vacío de la lengua el alma destrabada.
La tarde me funde en su oro de alquimicas chispas.

Y yo que pensaba morir de desdentada suerte
Exhibiendo heridas disimuladas, ahora dudo

De los tiempos verbales, del eterno retorno
De lo mismo pero no de la reescritura de vida.


Ezequiel Romero

Tuesday, January 18, 2011

"El agradecimiento de la burra empantanada..."

Obviamente, el refrán o dicho popular, alude a las coces que la mentada burra le propina al boludo que intenta ayudarla a salir del lodo…
Es curioso, pero esa sensación de ser pateada por quienes crees que jamás te lo harían, me permitió recuperar la alegría. Influyó mucho la llegada de la música sanadora beatle que Paul Mc Cartney (el que no deja afortunadamente de usar el verbo “let”), con su buena onda eterna.
No estoy segura de explicarlo muy bien, pero: si la gente que quieres te da la espalda… ¿Qué más “pior” te puede pasar? NADA:
Entonces, no queda más que mejorar, che. Olvidarse de servir y ocuparse de ser uno mismo. REVIVIR, si es que queda tiempo…. Hacer lo que cantaba Fito cuando aún me gustaban sus discos: “Es tiempo de volver a mi, a cantar, las cosas que me hacían bien, de verdad”
Dicen que cuánto mayores nos volvemos, más disfrutamos, porque algún mecanismo de la mente nos hace menos exigentes.

¡Qué bueno!
Algo tiene que compensar a esos otros mecanismos que nos hacen perder la tonicidad muscular y la vista…
Lo cierto, es que me sorprende ver (leer) cuánta gente es infeliz hasta su madurez (¡Y que ésta llegue en la vejez, incluso!) ¿Es que inexorablemente debemos sufrir para alcanzar la felicidad?

¡Rayos!

No parece gran cosa la vida…

A mi me desvelaba la idea de no haber publicado demasiado ni sido reconocida como autora…pero, en realidad, noté que lo que me preocupaba era la falta de reconocimiento como rtista entre los míos (al menos). Una vez que lo supe, lo demás ya no me importó. Por lo que la absurda carrera contra el reloj que te aleja de la fama se acabó.
Ahora me veo sola frente a la nada… o, quizá ante todo lo bueno que me perdí por tratar de ser ultra-eficiente en demasiados rubros (hija-esposa-compañera-madre y ama de casa, entre otros…) que demoraron mis sueños para suplir los de otros.
Noto con pesar que muchas damas de mi generación, han cometido el mismo pecado y no se perdonan…
Nos criaron así “para servir”, demorando (SACRIFICANDO, en la práctica), lo que nos interesaba a nosotras. Aunque algunas nos resistimos, caímos en la trampa una y otra vez… dejando para más tarde nuestros sueños mientras les cumplíamos a la familia el suyo. No supimos llevar a la par (si eso es posible) ambas metas. No sabemos darnos el lugar que nos toca en nuestra propia vida. Nadie nos enseñó cómo.

Ojalá, al menos, hallamos dado el mal ejemplo para que las futuras generaciones sean más egoístas con su tiempo propio y no lo regalen… que escapen al maleficio de vivir una juventud llena de insatisfacciones y logren ser felices antes que las arrugas los alcancen:
Que el baobab no les tape el bosque... (y no descuiden su flor)

¡SUERTE!

"Se ama lo que uno es en si mismo; lo que una ha sido; lo que quisiera haber sido; o a la persona que fue una parte de la propia persona; o a la cualidad que uno quisiera tener"
Tal vez, la imagen que resume la sensación de desencanto por lo que no fue, es la del final de esta película (en ella, un jóven Michael Douglas se alejaba de la casa paterna, para buscar un mundo que tuviese que ver más con su ideal de vida...) y, repentinamente ve que ha caído nuevamente en la trampa). Por suerte, él toma una sabia decisión:

Friday, January 14, 2011

"De su intimidad dice poco, pero de su dolor dice muchísimo"

Tal vez, María Elena Walsh se fue a re-encontrar con su amigo Julio...

"Hay que repasar las cartas del último periodo de la vida de Julio Cortázar para entender de nuevo por qué se le quería tanto. En la vida y en la literatura.

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Había viajado a París para hacerse un escritor y se hizo entonces un latinoamericano

El 'caso Padilla' fue un latigazo que dividió al mundo en dos partes difícilmente conciliables
En esas cartas, que editó su primera mujer, Aurora Bernárdez, está la crónica más completa de su vida; que un hombre tan privado contara tanto de lo que le sucedía, muestra hasta qué punto quiso ser abrazado y entendido incluso cuando más distante se mostraba respecto al recuento de sus propias vicisitudes.

De su intimidad dice poco, pero de su dolor dice muchísimo. Leí ahora otra vez esas cartas; tras esa lectura, como el pago de una deuda que uno tiene con quien le regaló un tesoro, anidó en mí un afecto muy especial por el hombre, esa persona que disimuló sus tormentos a veces con altivez y a veces con una timidez que le atosigaría toda la vida.

En estas cartas estallan todos los conflictos literarios y políticos que acuciaron la vida de Cortázar en una época crucial del devenir latinoamericano. Digamos que el autor de Rayuela, que había viajado a París para hacerse un escritor, se hizo entonces, y rabiosamente, un latinoamericano, con todas sus contradicciones.

Hubo varios detonantes. El más doloroso fue el caso Heberto Padilla, tras la detención y la confesión obligatoria y que convirtieron al poeta en un elemento central de la perplejidad con que la intelectualidad latinoamericana y española (y mundial) acogió los métodos del castrismo para tratar a aquellos que se apartaran del redil. Cortázar firmó una primera carta reclamando información a Fidel Castro acerca de este episodio que iba a ser tan pegajoso después. La reacción de la dictadura fue alevosa; Castro arremetió contra esos intelectuales que pedían cuentas. Y Cortázar no se esperaba esa reacción altamente intimidatoria. Hasta el punto de que reclamó más detalles a Roberto Fernández Retamar y a Haydée Santamaría, que eran guardianes intelectuales de Casa de las Américas.

La lectura de las cartas que Cortázar escribió durante ese volcán, que tuvo su epicentro en 1970, produce hoy muchísimo dolor; en primer lugar, porque apunta a un periodo en el que muchos vivimos las contradicciones derivadas de nuestra propia relación con la Revolución. Aquello fue un latigazo que dividió el mundo en dos partes difícilmente conciliables: los que consideraban, como Fidel, que fuera de la Revolución nada estaba permitido y los que creían que la Revolución había roto su compromiso con lo que de ejercicio de la libertad hay en la cultura.

Aquel periodo dejó muchísimas heridas, que aún siguen abiertas. Cortázar aceptó que para la Revolución era complicado aceptar a los disconformes, siguió pidiendo información sobre lo que sucedía, pero, a juzgar por su actitud que en las cartas queda explícita, aceptó lo que le decían sus queridos amigos Haydée (a quien empezó tratando de usted hasta que, para gran regocijo suyo, se tutearon) y Roberto. A veces en esa relación con Cuba hubo tropezones, y a veces Cortázar se encrespó, pero volvió pronto a sosegarse. El sosiego no podía ser completo, claro, porque como resultado de esas escaramuzas había arañado relaciones o sentimientos que para él eran claves, como escritor y como ser humano. Por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Ya forma parte de la historia, pero en aquel momento la historia era explosiva. Vargas Llosa, como otros intelectuales y escritores hispanoamericanos, habían declarado su ruptura con el castrismo, se cruzaron cartas, y Cortázar se quedó en el lado de allá, en el lado de Cuba. Son muy conmovedoras las cartas de reencuentro, aunque sutiles; reconstruyen la relación familiar (a los hijos de Patricia y de Mario Julio los llamaba "sobrinos"), y volvió esa familiaridad a marcar la vida epistolar. Se palpa en algunos párrafos la incomodidad habida, al menos en el lado de Cortázar, que es el que conocemos, pero se advierte en esos filamentos sentimentales que dominan su correspondencia cuánto le importaba que una riña de carácter político rompiera el espejo de viejas amistades.

Eran fechas decisivas; Julio Cortázar era ya el novelista de Rayuela, una novela que fue nuestro regocijo y que marcó su relación con miles de lectores, aunque no toda su obra posterior, que en algún momento decidió marcar con la impronta de sus compromisos. Aquel suceso cubano, se ve en las cartas, marcó su manera de relacionarse con la realidad latinoamericana, apostó por sus revoluciones y por sus guerras populares, y, sobre todo, a favor de la Revolución sandinista. En la correspondencia que tiene con Mario Muchnik, su editor, y con otros amigos de la época, está claro que quiere luchar por Nicaragua, como símbolo de su compromiso con el continente del que partió un día para ser el escritor que ya era. Le dolían entonces, y le dolerían aún más luego, los lugares comunes que se lanzaron en Argentina (sobre todo en la Argentina de los militares) sobre su supuesta lejanía civil de los problemas que acaecían en su país y en otros sitios de aquel continente; que Francia (François Mitterrand) le concediera el pasaporte francés, después de tantos años en ese suelo, fue tachado allí como una traición, y Cortázar vivió esa denuncia como una de las heridas difíciles de su existencia.

La sombra militar que cayó sobre Chile, su separación (que en las cartas se adivina traumática) de su esposa Ugné Kurvelis (que por un tiempo seguiría siendo su agente) y el ir y venir constante de Europa a América, para defender a los nicaragüenses, para visitar a los cubanos y para expresar su solidaridad con los chilenos que sufrían, en el exilio o en el interior, la dictadura de Pinochet, marcaron su actitud y limitaron su tiempo para dedicarse de veras a la literatura. Lo dice, es un elemento principal de las cartas: no tengo tiempo, me voy de viaje, sufro por ello. Su militancia política fue el eje de esos años; su desamor, es decir, su ruptura sentimental con Kurvelis, ensombreció también su ánimo. Hasta que verdaderamente apareció una luz en el camino, Carol Dunlop.

Esta joven canadiense, escritora cuya literatura él mimó como la mimó a ella misma, le devolvió a Julio Cortázar la sensación que desprendía sus libros míticos, como La vuelta al día en ochenta mundos o Rayuela, que eran artefactos en los que estaba él todo el rato tratando de sobrevivir alegre en medio de una cultura que le desbordó y a veces le ahogó en una gozosa inventiva. Carol le devolvió a ese universo; en medio de padecimientos que los aquejaron sucesivamente, y que en ambos casos fueron de origen misterioso y abrupto, inventaron un viaje que iba a simbolizar ese regreso de Cortázar a una intimidad narrativa que dejaba atrás el compromiso político como eje singular de su vida. Seguía comprometido, ahora sobre todo con los chilenos y con los nicaragüenses, pero quería emprender un viaje que era un juego.

La correspondencia de entonces, que precede a la muerte de Carol y que precede también a la otra desgracia de su muerte, es como una larga carta de amistad a todos aquellos que le acompañaron a lo largo de más de medio siglo. Extrañado del infortunio, seguía jugando. Le había ganado la pelea, pero seguía adicto al juego, con América en el corazón cansado. En la última carta le dice a su amigo Jean Andreu, el 28 de diciembre de 1983, un mes y pico antes de morir: "Sigo enfermo y no puedo escribirte largo. Te agradezco tus páginas sobre lo que viste en la Argentina. [...] Pienso volver en marzo y quedarme dos meses para ir un poco al interior. Me reciben con mucho amor y no se enojaron por lo que dije en las entrevistas. Se creen ya en democracia los ilusos; les insistí en que ahora había que edificar la democracia, y no sobre una base paternalista y piramidal, Alfonsín reemplazando a Perón el mito. ¿Serán capaces? Ojalá, ¡pero cuántos chantas hay por allá! Esperemos y peleemos".

Esperar y pelear; su esperanza cayó en la casilla vacía. Las cartas te llevan a quererle más porque sus saltos desolados son, vistos en perspectiva, los que también vivió su turbulenta, rara, ilusionadísima época."

Fuente: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Queremos/Julio/elpepiopi/20110113elpepiopi_12/Tes

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María Elsa Rodríguez nació en San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en 1966. Supo que lo suyo no eran las obtusas matemáticas, y que los sueños la movilizaban más que la realidad. Estudió Cinematografía, Fotografía, Bibliotecología y Archivística (áreas estas dos últimas en las que desarrolló su labor profesional los últimos años, sin dejar de seguir ampliando en talleres, su interés por la dramaturgia y la literatura). Estrenó obras en teatro, publicó cuentos y su primera novela. Desde entonces, comparte algo de su material en los sitios que administra en la Web: • https://artistinconcluso.blogspot.com/ • http://unadextranjerosenyankilandia.blogspot.com/ • http://ailaviuforever.blogspot.com/ • https://www.facebook.com/Libros-para-olvidar-la-editorial-de-los-libros-perdidos-984324104963181/