"Cada hoja es todas las hojas del innumerable Arbol de los Relatos"

Saturday, September 29, 2018

Yo maté al fiscal


No estaría ahora en este sitio si este fuera un país serio en el que no se cortase la luz a cada rato y se me descongelase la heladera.
Parece una pavada, pero esa es la verdad.
Lo demás, me temo, es sólo un malentendido.
Ya me había resignado a la poco glamorosa vida que me había tocado en suerte… bueno: “suerte”, lo que se dice “suerte” no he tenido mucha. Y a ese tipo de cosas me refiero cuando hablo de malentendido.

Yo maté al fiscal y quiero que me lo reconozcan. Todos se hacen famosos por mi esfuerzo. Ese asunto me tiene cansada. No se mató, no fue Cristina. Ella me persigue a mí desde que me agregó al grupo de Whatsapp de los chicos de la primaria (me pareció gracioso cuando me lo propuso… somos grandes. A la mayoría hacía añares que no los veía. Ni me acordaba los nombres. Bueno, eso me da algo de vergüenza).
¿Para qué me invita si después me va a echar?
Está re loca esa mina. Tiene un carácter de mierda. Escribía rarísimo y cuando alguno le pedía que repita o explique porque no se le entendía nada, mandaba un audio salvaje. Tipo: “Soy Cristina, pelotudo” y lo borraba del grupo, alegando que ella lo había creado y podía hacer lo que se le diera la gana. Así, de una… re democrática.
A mi me borró “teóricamente” por no aportar nada.
Pero, la verdad, que fue por lo del fiscal.
El me resultaba repulsivo. No por esa cabeza cuadrada (que podría explicar lo cuadrado de su cerebro) encajada en ese cuerpo rectangular y plano, desgarbado y sin la menor gracia. Lo que me molestaba en exceso era su falta de coherencia y sus obsesiones. Una tras otra y la última la peor.
Odié trabajar con él.
Mi vida se tornó miserable.
Era un ser despreciable. Sin empatía. Un narcisista.
Y no se daba cuenta del asco que generaba. O la risa, al final. Se le estaban cagando todos de risa y no se daba cuenta.
¡Era un nabo!
Eso me molestaba… que se la diera de piola y era un gil.
Vivía en su nube de pedos y no veía la realidad.
Cuando me lo encajaron en mi despacho, no creí que fuese tan imposible la convivencia. Al principio me dio pena, aunque me arrepentí pronto. Y si algo me dolió en el primer momento, fue que me di cuenta de que cuando a mí me desplazaron de mis funciones y me mandaron como castigo al Archivo, a él ni se le movió un pelo. Y en esa época yo lo consideraba un amigo. Fui a la primaria con su esposa (su ex). Ella también estaba en el grupo de Whatsapp… todavía está con Cristina. Es la segunda al mando.
En serio.
Cuando lo dije la primera vez nadie me creyó.
Todavía no lo entienden.
Nadie ve lo fayutas que son esas minas…
La cuestión es que este ganso no sabía hacer nada y se le dio por escribir.
O sea que “trabajar” para él era venir cuando se le cantaba y redactar literalmente cada cosa que pasaba en este lugar sagrado. Unos días después de su llegada, ya anunciaba que ahora era un escritor y estaba por terminar una novela.
Me cayó para el ojete.
Yo llevo años corrigiendo borradores… y el personaje éste ya tiene quien le publique ese engendro.
No hay derecho.  ¡No hay Derecho!

Lo maté por su hipergrafía, no por lo que se dice en todas partes.
No sabía redactar. Y para mí eso es lo peor. ¡Me enferma!
¿Era un escritor?
¡Era un “ñoqui”!
Uno más de los que andan por ahí haciendo huevo porque no los pueden echar y les asignan tareas pasivas, jodiéndonos a los demás.
Bien muerto está.
Pero no se mató. Cuando lo leí en el diario decidí salir a reclamar: ¡Yo también quiero tareas pasivas! Quiero tiempo para mí. Para escribir.
¡Métanme en cana y denme tiempo para terminar mi novela!
No puedo tomarme un año sabático ni ser ñoqui.
Yo soy honesta.
Yo laburo en serio… y cuando llego a mi casa no logro que ni una neurona me siga andando. ¿Cómo quieren que escriba?
Escriben los millonarios y los ladri como el fiscal, que se pueden rascar y tomarse el resto de la tarde libre para seguir rascándose y “escribir”.
Escribir muchas letras no es ser escritor.
Yo escribo muchos expedientes y no soy escritora por esa labor. Me dedico a corregir las brutalidades que los abogados no saben explicar y otras cosas que tipeo por una razón laboral.
Soy escritora cuando decido crear ficciones.
Pero las personas que comparten esta vocación y tienen tiempo libre como para producir muchos párrafos, a veces, no acumulan más que borradores que no son obras terminadas…
¡Y las publican igual!
¡Hijos de puta!
“De adverbios está empapelado el infierno”, decía Stephe King. Y no mentía.
Y con esa célebre frase empezó todo…
Se la dije a ese imbécil para no insultarlo como se merecía por ser tan caradura de mostrar siquiera esa sarta de pelotudeces inconexas y sin una sola puntuación que hiciera sospechar un párrafo, diálogo o idea de lo que trataba ese engendro impreso del que estaba orgulloso.
Y no me entendió.
Creyó que me podía explicar…
No lo que no se podía entender en su inenarrable jerga. Sino como escribir mi propia obra. Darme ánimos y consejos a mí… que desde la secundaria ya sabía mi vocación verdadera y durante años lo escuché burlarse o cambiar de manías sin parar. De aburrido e inoperante.
No lo pude evitar.
Era para matarlo.
No hay derecho a soportar gente así.
No es justo…
Quise hacer justicia. Era nuestra misión primigenia.
Eso lo digo ahora, que tuve tiempo para procesar todo esto que cuento. En ese momento, fue una emoción violenta. Lo empujé con todas mis fuerzas y rodó por la escalera hasta el subsuelo.
Me estremecí de miedo en ese instante. Pero cuando bajé corriendo a socorrerlo y lo miré ahí, enrollado como un ovillo en el piso, lo que pensé fue que al final, tan desgarbado que parecía, era bastante flexible y podría caber en la heladera. Así que en plena euforia, lo metí. No sin esfuerzo.
Mi vida siempre fue así. Vivida con esfuerzo.
A mi nadie me regaló nada.
Todo ha sido una lucha constante por sobrevivir a la hostilidad imperante a mi alrededor.
Desde la primaria, me acusaban de no encajar.
De creerme una artista… y se burlaban de eso como de mi origen. Tuve que soportar cataratas de chistes de gallegos, como si al oírlos y no reírme fuese una amargada. Porque a esos boludos les parecían chistosos.
Y me volví una persona gris como ellos… pero por no poder ocuparme de mis propias cosas, por no lograr triunfar y vivir del arte. Por convivir con gente como ellos, para pagar las expensas.
Bien muerto estaba ese infeliz. Representaba todo lo malo del mundo en su patético envase de carne y huesos. Ya no era más que eso.
Cuando volvía para casa en el bondi, pensé que nadie lo echaría de menos.
No me puse triste por él. Sino por mí.
Cuando pensaba en ser artista, soñaba en vivir mis personajes, y quizás ser como David Bowie, devorada por ellos. Ahora tal vez pudiese escribir sobre una asesina…
Pero no quería serlo. Quería terminar mis otras obras, no comenzar una nueva historia.
Era la tristeza de ese Mayor Tom[1] capaz de despegar su nave espacial que luego sería desechada en una órbita eterna con él mismo convertido en chatarra espacial… esa misma sensación que me vuelve al escuchar: “Confortably numb[2]. Nunca me repuse de esa película vista en mi adolescencia.
Creo que podría precisar el momento en el que me rendí y me dejé ganar por el tedio de una vida sin emociones. El momento exacto en el que dejé de ser yo misma para sentirme sentada “en un tarro de hojalata muy por encima del mundo (…) y no hay nada que pueda hacer”.
Al llegar a casa, pensé en la persona que fui… y cuando a los nueve años al entrar en lo de mi amiga Mónica sonaban extraños acordes provenientes del combinado del tío Jesús. Era la introducción de: “Sargent Pepper[3].
Entonces me sentí genial. Escribí mucho y pensé que no necesitaba volver a abrir la heladera. Trabajo sola, nadie lo iba a encontrar. Ni a limpiar vienen. Todo podía seguir igual… ¡Mejor! Ya no tenía que compartir mis horas con ése boludo.
Pero duró poco.
El lunes, al regresar al trabajo, el fiscal no estaba donde lo dejé y recibí la amenaza de Cristina, que antes de borrarme del grupo tuvo un estallido.
_ ¿Cómo que no estaba? ­_ me interrumpió de pronto el analista.
_ ¡Ah! Pensé que había salido…
_ No, no. Escuchaba con atención.
Le iba a contar lo que hizo Cristina y me corta el hilo de la historia…
_ Yo conozco las otras versiones de este asunto, me sorprende este giro.
_ Si ahora dudo o trastabillo, será su culpa. Si le va a creer a los demás, le convendría escucharme a mí, que estuve ahí. Lo demás es sarasa. Ya lo dijo usted: “versiones” que se tejen para la prensa y me dejan afuera por no ser mediática.
Es importante como se dieron los sucesos. Yo llegué más feliz y radiante que una colegiala y me lo encuentro a él más fresco que una lechuga. Y lo peor es que recién me di cuenta horas después de estar ahí…
Le juro.
Me pasé la mañana entera tipeando como loca, feliz de poder avanzar en el trabajo sin las interrupciones de ese salame… estaba todo tan bien. Era maravilloso.
Pero tuve sed.
Vio que le dije que me olvido de los nombres, también de comer si estoy ocupada. Ni voy al baño cuando estoy embalada. Pero casi a mediodía me dio sed y bajé al depósito. Al ladito está la cocina. Y la heladera con la puerta abierta…
Vacía.
Yo había estado laburando de forma eficiente y sin interrupciones innecesariamente molestas… sin preocuparme. Y ahora tenía que interrumpir ese ritmo genial que había logrado para ponerme a buscarlo.
¿Se da cuenta lo mal bicho que era?
_ Me doy cuenta de que usa muchos gerundios. “De adverbios está empapelado…”
_ Usted es un irrespetuoso…
_ No me mate…
_ No me cree y me corta el clima. Seguramente es el tipo de lector que habría entendido esos bodrios que el inepto escribía.
Pero bueno. La cuestión es que en ese momento de desconcierto, mientras miraba el lugar atónita, me suena el teléfono. Subí corriendo y lo agarré. Bajé también a la carrera y todavía jadeando contesté y volví a mirar la escena primaria del crimen, sin entender todavía.
_ Era Cristina.
_ No. Laura. Una de las ex del fiscal. La esposa original, digamos. Ella está también en el grupo… ¿Recuerda?
Me pregunta como si nada “como andaba”…
En esa circunstancia era extraño, sobre todo si tomamos en cuenta que nunca se preocupa por mi bienestar ni el de nadie. Solo vive para sí misma. Es una mujer muy egoísta. De las que se quejan de que nadie las tiene en cuenta, y la verdad es que suele ser todo lo contrario. Una se va cansando y abandonando a la gente así.
Cuestión de supervivencia. Incluso el estúpido ése la dejó. En realidad fue al revés… ella le dio salida y él sufrió un poco. Pero como fue tan poco, ella empezó a sufrir por eso. Así que lo empezó a perseguir y él ya tenía otra mina al toque: Patricia. Al final lo llamaban a cada rato las dos…
Inexplicable.
No me quiero distraer. Es su culpa.
Venía tan bien mi relato… pero tenía que interrumpirme.
_ Siga, por favor.
_ Ella no quería nada de él. Disculpe si me río. En realidad, quería la tarasca…
Pero no me llamaba para hablar del fiscal. Me contó que Cristina estaba furiosa conmigo. Y en ese instante en el que yo “escaneaba” afanosamente el lugar con la mirada, viendo los estantes de la heladera en el piso, los vasos y botellas que había sacado el viernes para meter el cadáver ahí adentro,  me dice: “pero ahora se la agarró con vos, guarda”.
Cristina había estado administrando ese grupo como si las absurdeces que se comentaban ahí tuvieran algún sentido. Todo lo tomaba como si se tratase de cuestiones de vida o muerte. Razones de Estado.
Ya se había metido con otros integrantes y los insultaba para después borrarlos. Como escarmiento, alegando que “no le servían” si no participaban o le comentaban las boludeces que posteaba. Era como su pequeño feudo y pudiese descabezar al que se le daba la gana.
_ ¿Y el fiscal?
_ No. El no estaba en el grupo. Iba a otro curso. El grupo es de los compañeros de la primaria que cursamos juntos. La verdad, a ese le podría haber cortado la cabeza… era  lo más feo que tenía. Era caricaturesco…
_ Me refiero a que cuando la distraje con mi primer comentario hablábamos de que ya no se hallaba en el sitio en que lo había dejado.
_ Exacto. Yo lo buscaba con la mirada con desesperación, mientras sostenía el celular y escuchaba a esa mujer cizañera.
Le dije que no me importaba que me borren del grupo. Me hacían un favor. No tengo nada en común con esa gente. Finalmente cortó y noté un hilo de luz por debajo de la puerta del baño…
Se me paró el corazón.
Entonces volvió a sonar el teléfono y pegué un salto. Miré las dos botellas de plástico, absurdas. Sin el peso de un buen sifón de soda de aquellos de antaño, de vidrio. Mi papá me contó una vez que le pegó en la cabeza a uno en una gresca y fue en cana por provocarle graves lesiones…
_ Y sonó el teléfono…
_ Y era Cristina.
¡Justo!
Me dijo de todo sin filtro.
Me quiso apurar:
_ Hola Maru. ¿Cómo andás? No te veo en el grupo… ¿Pasó algo?
Dudé. Pero no le dije: “Si, se me escapó la tortuga”. Me mantuve lo más serena posible y le contesté que no:
_ Todo bien. Un poco ocupada.
_ Pero el grupo está para contenernos. Para ayudarnos entre todos… Siempre hay una oreja para escucharnos… Podés pedirnos ayuda.
_ Es algo laboral…
_ ¿Cómo es eso? ¿Algún problema con el fiscal?
Y ahí me paralicé del todo.
No podía creer. ¿Qué me estaba diciendo en realidad esa loca? ¿Qué sabía?
Por un momento pensé que estaba en el baño. Pero no la oía hablar ahí, me estaba llamando de otro lado. Yo estaba muy nerviosa y me costó mantener la calma, pero traté:
_ No _ le dije.
_ ¿Y qué te pasa?
_ ¡Problema mío!
_ ¡Te voy a borrar del mapa! Sos una desagradecida.
_ Y yo le voy a contar a todos lo que estás haciendo con…
_ ¡Pará! ¿Qué decís?
Escuché ruido en el baño y agarré la botella más llena con la mano libre. Ella seguía:
_ ¿Cuándo nos vemos? No es lo que parece. No pasó nada… dejame que te cuente…
Mientras levantaba la botella y miraba fijamente la puerta del baño escuchaba a Cristina pidiéndome con desesperación que no la quemara en el grupo.
Igual todos pensábamos lo mismo y teníamos otro grupo paralelo en el que chusmeábamos y nos cagábamos de risa de su coqueteo descarado con su ex de la infancia. El también está en el grupo. Pero ya no es un lindo nene… es un pelado cualquiera. Y la verdad es que a mí me da igual si a ella le calienta todavía o no.
Así que le dije que se dejara de joder y que hiciera lo que le viniera en gana.
Ahí se abrió la puerta y aparece ese infeliz fresco como una lechuga y con cara de atontado.
Bueno, ya le conté que ese gesto le era habitual…
Yo creí que me infartaba de la impresión, pero ni grité ni me morí. Si no moría él no iba a aflojar yo. Lo único que atiné a hacer fue a revolearle por la cabeza el celular. Le di de lleno en la frente. Lo hice trastabillar.
_ ¿Y la botella?
_ Me la tomé de un saque. Fondo blanco. Pero no me afectó tanto, era solo agua. Lo que me afectó fue su irrupción de nuevo en mi vida. ¿Hasta cuando iba a soportarlo?
En fin, lo empujé y cayó de espaldas. Quedó seco, tendido en el piso. Ni una palabra. Lo único que se oía era la voz de Cristina. Levanté el teléfono y miré la segunda escena del crimen, esperando haber sido más efectiva en esa ocasión.
Suspiré y le dije a esa yegua:
_ ¡Terminala!
Y le corté. Así nomás. Me di cuenta de que estaba temblando.
También comprendí lo que pudo haber pasado. El viejo reloj eléctrico de pared estaba clavado en el horario en que se cortó la luz ese viernes “no tan fatídico”. La luz y la cadena de frío, por lo visto. Y mirando más de cerca, el burlete de la heladera cedió. El tipo se habrá caído por su propio peso.
Tenía que pensar como ser más efectiva en esta ocasión.
Miré al finado y pensé que era mejor guardarlo en el baño. Ya estaba caído ahí. Solo debía darle un empujoncito para adentro. Tal vez flexionarlo como el viernes…
En esa complicada tarea estaba cuando escuché que alguien abría la puerta del despacho. Me congelé del miedo y escuché la voz de Cristina llamándome.


Solté a ese mamotreto y salí cerrando con dificultad la puerta.
Le grité que ya subía y corrí escaleras arriba para llegar agitada, diciendo que justo me pescó en el baño.
Me sonreía tratando de hacerse la buenita. Pero ya sabemos que no le sale esa cara…
_ Tenemos que hablar Maru… dejame que te cuente.
_ No hace falta…
_ No pasó nada. Seamos las mejores amigas otra vez.
Yo lo único que quería era salir de ahí. Sacarla a ella, en realidad. Así que la convencí de que fuéramos a tomar algo y que me cuente lo suyo…
Era una pavada tan pava… que se me hizo eterna la velada. Pero ella se veía más tranquila. Me llevó hasta casa y me pidió que entre al grupo.
Lo hice un poco para limar asperezas y que deje de perseguirme y para no pensar en el fiscal. Tenía que desenchufarme un poco para descansar y con las fuerzas y astucias renovadas, hacer algo con el hombre del baño a la mañana siguiente.
Cuando entré a Whatsapp, el grupo estaba hablando banalidades como de costumbre. Empecé a leer los cientos de mensajes atrasados de días atrás, como para tener idea de en qué andaba esa gente. Pero no había mucho hilo de conexión aparente. Pensé que escribían como el fiscal. Con errores ortográficos y sin la menor coherencia.
Recién opiné cuando estaban consolando a una de las chicas que había tenido un problema medio intrascendente y estaba un poco compungida. Era medianoche y Cristina ya estaba a full tirando afecto a granel con déficit de caracteres, signos y acentos:


Las llamadas y mensajes enviados a este chat están seguros con cifrado de extremo a extremo:

Cristina_ Marta intentá vos “etar” bien y agarra agenda y anota todas las fechas eso ayuda mucho
Marta_ Si. Es verdad!!! Gracias!!
Yo_ Buenos días. Ya es martes. Hola Marta…
Cristina_ Marta te haces tratar por tu problema
Marta_ “Hoal” Maru
Yo_ Andás mejor?
Marta_ Maso. Gracias. Me dicen que es nervioso. Emocional que le dicen ahora
Cristina_ Lo que necesitas conta con nosotros
Marta_ Mil gracias por estar
Cristina_ Aca estamos para ayudarte y podes contar yo puse en este grupo la gente que estuvimos desde primer grado y conta con nosotros. No está Marcela “te dijo” para que no metas la pata
Yo_ Por qué no está Marcela?
Cristina_ “Porq” no “m justa” como primero segundo a Carla la volvio loca para que este en el grupo la dijo que no sabia q capas una semana la tuvo asi y ahora es todo amor.
La gente asi conmigo no va blanco y negro y ella es gris.
Y me resulta muy falsa todos tenemos problemas pero los de ella son terrible
Yo_ Qué pena que pienses así… después de lo que estuvimos hablando.
Cristina_ Perdón pero yo soy muy frontal
Yo_ Si, ya lo charlamos…
Cristina_ Y si no les justa mi forma de ser que maneje otro el grupo y m salgo no tengo problemas
Yo_ No… no pasa por ahí.
Cristina_ No me importa Maru yo la acepte en la reunión pero no la quiero en el grupo
Yo_ Bueno, hacé como quieras. Ni me había avivado…
Cristina_ Como quieras vos maneja el grupo yo me salgo
Yo_ No! Si te dije que no me interesa…
Cristina_ Que lo maneje otro
Yo_ Por qué te lo tomás a mal?
Cristina_ Ya le dije a Laura que lo administre ella yo soy muy bruja y no la quiero aca en mi grupo
Laura_ Chicas! Tranquilas!!

Cristina eliminó a Marta

Cristina_ Me equivoqué perdón
Laura_ Qué onda? La agrego?
Cristina_ Me equivoqué perdón

Cristina salió

Laura agregó a Cristina

Laura agregó a Marta

Cristina salió

Marta_ Qué me perdí? Me eliminaron? Todo bien, pero no creo haber hecho nada pero allá vos Cris
Laura_ Fue sin querer Marta… se confundió.
Marta_ Todo bien con vos Laura. Gracias por agregarme. Me perdí. No se entiende nada.
Yo_ :(

Laura agregó a Cristina

Y ahí me eliminó a mí. Como primer acto de su nuevo gobierno. Por esa boludez. Y porque ya sabía que no la iba a incendiar. Se lo había prometido un rato antes en la confitería.
Mientras me distraía con ese delirio de chat, el fiscal persistía en volver a la vida como un zombie.
_ ¿O sea que admite que no lo mató usted?
_ Le expliqué que su cabeza era muy rara… es obvio que se parecía más a Homero Simpson que a cualquier humano. ¿Vio el episodio en el que descubren que tenía una capacidad extraordinaria para soportar golpes?
_ No. La verdad que no.
_ Usted no me cree tampoco. Y no ve Los Simpson. No me merece respeto.
Le decía, que ese tipo se despabiló en el inicio de la madrugada, por lo visto, y se comunicó con su abogada. Ella le avisó que su ex lo estaba desplumando. Y a él ya le importaba poco. Lo único que quería era publicar su “novela” y cobrar las regalías. Imaginaba un éxito y la pobre mujer no podía creer lo que oía. Pensaba que eso era invendible y se quedaría sin un mango si el otro perdía todo su capital. ¿Cómo le iba a pagar?
Se lo dijo directamente para que comprendiera. Recuerda que los que lo conocimos pensábamos que era medio nabo.
Pero debe haber entendido… y usó un recurso que es muy efectivo: la muerte.
Cuando una persona fallece, pasa a ser buena, interesante y ese tipo no lo era en vida. Pero hoy está en boca de todos. ¿Comprende?
_ Entonces no era tan tonto como usted cree…
_ Capaz tuvo un momento de lucidez o de desesperación. Pero si hubiese visto la carta que dejó explicando que se mataba y que le dejaba las regalías a su nueva ex, Pato…
¡Qué indignación!
Era una esquela llena de horrores de ortografía. Más aberrantes que los del chat de mis compañeros.
_ ¿Dónde está esa carta?
_ La destruí.
_ ¿Por qué?
_ ¡Yo maté al fiscal!
_ Me está diciendo que se mató él.
_ ¡Pero lo intenté! ¿No sirve de nada mi esfuerzo? ¿No me lo piensan reconocer?
_ La última persona que se registró en el lugar fue Cristina…
_ Yo salí con ella. El pibe de la limpieza que le dio el arma homicida ya estaba adentro. El propio fiscal lo llamó para contarle sus desdichas y lo hartó, pobre pibe. Ya le conté que nunca aparecen por su propia voluntad. Y ahora sí que no vuelven más…
_ ¿Qué arma podía llevar el muchacho?
_ Venenos, bolsas… ¿Qué se yo?
Necesito que se haga justicia conmigo, un lugar para escribir… tiempo.
El tiempo es precioso.
La justicia, al final va a terminar siendo divina.
Intérneme. Por favor…
Tenga piedad. Estoy muy estresada.
_Bueno, vamos a hacer esto: le paso su caso a un psiquiatra. Yo no puedo internarla ni medicarla. Solo hago la entrevista de admisión y la derivo al profesional que la va a atender.
_ ¿Y él me va a admitir en alguna institución donde pueda tener tiempo para escribir?
_ No. La admisión para un tratamiento. Me temo que lo suyo es ambulatorio.

Los titulares del día siguiente debieron hablar del crimen del psicólogo y desterrar el ridículo asunto del fiscal.
Pero es obvio que no se empujar bien a la gente. No tengo suerte o no tengo la energía suficiente, por lo visto. El hombre está internado y yo detenida. Y a nadie le importa mi participación ni intencionalidad en el deceso del mal escritor compulsivo.
Si como dije de entrada, este fuese un país serio, la gente no estaría pendiente de las dos ex del fiscal, que se pelean en los programas de la tele para mantener viva la noticia y vender esa porquería como pan caliente.
Patricia la hizo publicar y las declaraciones de Laura reclamando “la obra”, mantienen el interés de los necios que me niegan.
Parece que me van a mandar a casa de vuelta. No me encuentran nada. No me preocupa demasiado a esta altura. Acá solo pude escribir esporádicamente, ya que se la pasan interrumpiéndome para tomarme declaraciones y se me acaba el rollo de papel donde plasmo mi historia. Lo peor es que tengo que ir al baño y debo decidir si mi obra es más importante que mi necesidad fisiológica y la posterior higiene. Es muy injusto.
No hay derecho.


María Elsa Rodríguez




[1] Space Odity
[2] The Wall
[3] The Beatles

About Me

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María Elsa Rodríguez nació en San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en 1966. Supo que lo suyo no eran las obtusas matemáticas, y que los sueños la movilizaban más que la realidad. Estudió Cinematografía, Fotografía, Bibliotecología y Archivística (áreas estas dos últimas en las que desarrolló su labor profesional los últimos años, sin dejar de seguir ampliando en talleres, su interés por la dramaturgia y la literatura). Estrenó obras en teatro, publicó cuentos y su primera novela. Desde entonces, comparte algo de su material en los sitios que administra en la Web: • https://artistinconcluso.blogspot.com/ • http://unadextranjerosenyankilandia.blogspot.com/ • http://ailaviuforever.blogspot.com/ • https://www.facebook.com/Libros-para-olvidar-la-editorial-de-los-libros-perdidos-984324104963181/