"Cada hoja es todas las hojas del innumerable Arbol de los Relatos"

Monday, May 23, 2011

"Por eso lo queríamos y lo respetábamos tanto..."

“Si, Castelo estaba loco, y tenía coraje, y se indignaba, y decía lo que tenía que decir aunque eso lo dejara al borde del desastre _ dice Carlos Barragán_. Y muchas veces quedaba al borde del desastre y salía a pelearle a la tormenta, que era el costo de hacer lo que le parecía que estaba bien hacer. Y por eso lo queríamos tanto y lo respetábamos.”

En éstos párrafos desordenados adrede, comparto lo que las hijas de Adolfo Castelo escribieron en: “Castelo : diario de un ironista”.
Habían terminado el libro en enero y el 12 de febrero, la mayor murió inesperadamente: “La memoria prodigiosa, voluptuosa, de Daniela permitió reconstruir la vida de papá”, recuerda Carla en un “Prólogo inesperado”.
Cómo recordaban juntas a ese canoso brillante y coqueto que combinaba hasta las medias con el calzoncillo hasta el último día. Ese seductor que convenció a la encargada del registro civil de que le quitara 10 años a su documento: “El señor de la cochería comenzó a realizarnos un breve cuestionario. En sus manos se reía el documento de identidad de papá.
_ Fecha de nacimiento: 29 de agosto de 1945.
Jorge Guinzburg no pudo evita la carcajada. Todos nos miramos con complicidad. El hombre nos observaba sin entender.
En cualquier momento era hijo nuestro”.
Decía ese amigo entrañable que luego agregaría: “Jamás voy a poder olvidar su cuerpo tapado por flores, cartas, poesías y estampitas entregadas por desconocidos que lloraban su muerte –escribió Guinzburg- (…) Ni tantos abrazos que recibí esa tarde, de aquellos que al estrechar mi cuerpo se sentían un poco más cerca de Adolfo. Si el sentido de la vida es lograr ser querido, sé que se fue pleno. Pero no me alcanza.”

“Los más cercanos llevaron el cajón hasta el panteón de Actores. Hay escenas tan terribles en la vida que no se pueden explicar. Fernando Peña deshace el nudo del pañuelo que lleva en la garganta. Es un pañuelo rojo sangre. Y lo lanza al nicho como en un último adiós.”



“A media tarde, los amigos más íntimos se habían despedido al aire. Joaquín Sabina estaba desconsolado.
_ Estoy hecho mierda… No puedo conformarme con que haya muerto un tipo tan guapo… Ahora sólo quedo yo para decir lo que lo amaba. Lo que yo quiero es encontrármelo en un puticlub mañana. ¿Por qué los hijos de puta son tan longevos y la gente decente no? (…)
_ Hoy es un día para odiar la muerte…
_ ¡Muera la muerte, carajo!"



“Gracias, entonces, dije. Y me saqué la gorra y grité basta, aunque no haya gritado, se los cuento. Bata de simulación, basta de farsa, porque estoy vivo, estoy enfermo. Y el premio es medicina. El premio es fuerza. El premio es una razón pata seguir. La conmoción llegó con el aplauso, los colegas de pie. Impresionante. ¿Qué más puedo decir? No lo creía. No podía entender tanto homenaje. Mis amigos lo saben: lloro de la emoción cada vez que recuerdo.”

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María Elsa Rodríguez nació en San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en 1966. Supo que lo suyo no eran las obtusas matemáticas, y que los sueños la movilizaban más que la realidad. Estudió Cinematografía, Fotografía, Bibliotecología y Archivística (áreas estas dos últimas en las que desarrolló su labor profesional los últimos años, sin dejar de seguir ampliando en talleres, su interés por la dramaturgia y la literatura). Estrenó obras en teatro, publicó cuentos y su primera novela. Desde entonces, comparte algo de su material en los sitios que administra en la Web: • https://artistinconcluso.blogspot.com/ • http://unadextranjerosenyankilandia.blogspot.com/ • http://ailaviuforever.blogspot.com/ • https://www.facebook.com/Libros-para-olvidar-la-editorial-de-los-libros-perdidos-984324104963181/