"Cada hoja es todas las hojas del innumerable Arbol de los Relatos"

Friday, May 01, 2009

Relatos aterradores

Tanto nos han asustado con “cucos, brujas, ogros… una araña, una buena víbora”, que con el tiempo, algunas personas llegamos a creer que la peor pesadilla puede estar en nuestra propia casa. No hablo de lo que decía Dolina: “La vecindad con personas poco recomendables (que equivalía al verdadero infierno), sino a los miedos. Mi hijo, cuando era un hijito adorable, temía a algo que se encontraba al final del pasillo, tras una puerta antigua que llevaba a la terraza. Infinidad de veces, traté de ver en esa hermosa puerta (o tras ella), algo que me asustara a mi para entender que le molestaba de semejante obra de arte. Ya sabemos que soy una persona insensible, por lo que era obvio que no podía comprender al mocoso para darle la razón. Una noche de tormenta, noté que se oía un zumbido que venía ni más ni menos que del sitio del que Brian tanto perjuraba. Buéh!… Resulta que el postigo de otra puerta que estaba al final, final del pasillo (trasponiendo la que parecía esconder algo aterrador), se hallaba suelto. Lo arreglé y dejó de moverse con las brisas nocturnas, logrando que el niño creyera que el superhéroe que él dibujó para que lo proteja, había doblegado a los viles monstruos que el pasillo escondía dentro al llegar la oscuridad.
Pero para lo que sigue, la verdad, no tengo explicación científica. Lo cual me alegra mucho, ya que el hecho de ser madre me convirtió en una especie de “refutadota de leyendas” que no vive en el barrio de Flores, como los que abominaba Alejandro Dolina…
Igual, a mi me parece que estaba hablando de las mujeres:

“RELATO"

"A las camisas que más quiero les pasan cosas que a otras ropas jamás. ¿Cómo puede ser? A partir del instante en que deseás una camisa, pero la deseás más que a las demás, sucede algo increíble.
Al cerrarse el ropero muchas otras camisas, que te han acompañado durante dos años, comienzan a reunirse hablándose unas a otras a través de las perchas de cable. Estas perchas no son otra cosa que antenas de comunicación. Por lo general, estas camisas trabajan junto a las corbatas como aliadas. La técnica es simple: esconder, maltratar o ensuciar a la nueva camisa, a la favorita.
Cuando uno se dice: por Dios, ¿quién me hizo esto en la camisa?, no ha sido nadie.
Nadie entró y te rompió o quemó o manchó la camisa. Pero si mirás atentamente el ropero vas a ver que el resto de la ropa está corrida levemente hacia la izquierda. Bien. Eso lo hicieron las otras. Se corren y desde ahí disparan. ¿Cómo la manchan? Bueno, simple. Muchos roperos tienen un sitio para los zapatos. Las camisas y los zapatos van de la mano y los zapatos son los encargados de esparcir la tierra, el barro o incluso la caca.
He llegado a descubrir una camisa casi sin cuello, encontrarlo carcomido, o sin ballenitas o bien sin los gemelos y lo peor… el estrago mayor: sin la marca, como si de un soldado degradado se tratase.
Las camisas de colores son las peores. Envidiosas, perversas y rencorosas. Saben que pasarán de moda y pretenden morir no sin antes llevarse a varias blancas con ellas.
Las blancas, débiles y sutiles, están casi dispuestas a morir como ovejas.
Las camisas viejas son inteligentes, quiero aclararles. Y a tal punto de sofisticación han llegado que el 90% de los insecticidas para polillas no son otra cosa que el desprecio de las camisas hacia los bichos al mismo tiempo que el encuentro con una forma perfecta, un crimen perfecto con un culpable perfecto: esas mariposas que Dios castigó con el gris pálido y el marrón ceniza.
Mi consejo. Cuidado con demostrar cariño por una y no por todas.
Cuidado con aquellas de cuello chico…
Cuello chico… mente grande.
Ropero chico… infierno grande.”

Roberto Petinatto: “Entre la nada y la eternidad”, Ediciones B, 2006.


2 comments:

iPatricia said...

Cuando era pequeña le tenía miedo a Drácula pero no a algún lugar en especial de la casa. Me encantaba esconderme en el ropero y escuchar a mi mamá desesperada Patriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! hasta que un día me descubrió y venía directo a ver si estaba ahí!

Anonymous said...

PERO ERA CHIQUITO YO!!!!

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María Elsa Rodríguez nació en San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en 1966. Supo que lo suyo no eran las obtusas matemáticas, y que los sueños la movilizaban más que la realidad. Estudió Cinematografía, Fotografía, Bibliotecología y Archivística (áreas estas dos últimas en las que desarrolló su labor profesional los últimos años, sin dejar de seguir ampliando en talleres, su interés por la dramaturgia y la literatura). Estrenó obras en teatro, publicó cuentos y su primera novela. Desde entonces, comparte algo de su material en los sitios que administra en la Web: • https://artistinconcluso.blogspot.com/ • http://unadextranjerosenyankilandia.blogspot.com/ • http://ailaviuforever.blogspot.com/ • https://www.facebook.com/Libros-para-olvidar-la-editorial-de-los-libros-perdidos-984324104963181/