
Pero para lo que sigue, la verdad, no tengo explicación científica. Lo cual me alegra mucho, ya que el hecho de ser madre me convirtió en una especie de “refutadota de leyendas” que no vive en el barrio de Flores, como los que abominaba Alejandro Dolina…
Igual, a mi me parece que estaba hablando de las mujeres:
“RELATO"
"A las camisas que más quiero les pasan cosas que a otras ropas jamás. ¿Cómo puede ser? A partir del instante en que deseás una camisa, pero la deseás más que a las demás, sucede algo increíble.
Al cerrarse el ropero muchas otras camisas, que te han acompañado durante dos años, comienzan a reunirse hablándose unas a otras a través de las perchas de cable. Estas perchas no son otra cosa que antenas de comunicación. Por lo general, estas camisas trabajan junto a las corbatas como aliadas. La técnica es simple: esconder, maltratar o ensuciar a la nueva camisa, a la favorita.
Cuando uno se dice: por Dios, ¿quién me hizo esto en la camisa?, no ha sido nadie.
Nadie entró y te rompió o quemó o manchó la camisa. Pero si mirás atentamente el

He llegado a descubrir una camisa casi sin cuello, encontrarlo carcomido, o sin ballenitas o bien sin los gemelos y lo peor… el estrago mayor: sin la marca, como si de un soldado degradado se tratase.
Las camisas de colores son las peores. Envidiosas, perversas y rencorosas. Saben que pasarán de moda y pretenden morir no sin antes llevarse a varias blancas con ellas.
Las blancas, débiles y sutiles, están casi dispuestas a morir como ovejas.
Las camisas viejas son inteligentes, quiero aclararles. Y a tal punto de sofisticación han llegado que el 90% de los insecticidas para polillas no son otra cosa que el desprecio de las camisas hacia los bichos al mismo tiempo que el encuentro con una forma perfecta, un crimen perfecto con un culpable perfecto: esas mariposas que Dios castigó con el gris pálido y el marrón ceniza.
Mi consejo. Cuidado con demostrar cariño por una y no por todas.
Cuidado con aquellas de cuello chico…
Cuello chico… mente grande.
Ropero chico… infierno grande.”
Roberto Petinatto: “Entre la nada y la eternidad”, Ediciones B, 2006.
2 comments:
Cuando era pequeña le tenía miedo a Drácula pero no a algún lugar en especial de la casa. Me encantaba esconderme en el ropero y escuchar a mi mamá desesperada Patriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! hasta que un día me descubrió y venía directo a ver si estaba ahí!
PERO ERA CHIQUITO YO!!!!
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