Desata la cabellera del nudo
De la espalda al sillón rojo
Oye las voces dentro de la cámara,
Como el crepitar de los cascos, preludia la guerra
Cuerpo a cuerpo con mi cuerpo luchaba y la
Sangre macilenta caía sobre la arena
Como hojas de otoño o brillosas palabras.
Sobre la muralla las estatuas de colosos
Se hunden en el agua, en el borde
Del mar, a orillas del lenguaje,
Deja el cenit vacío de la lengua el alma destrabada.
La tarde me funde en su oro de alquimicas chispas.
Y yo que pensaba morir de desdentada suerte
Exhibiendo heridas disimuladas, ahora dudo
De los tiempos verbales, del eterno retorno
De lo mismo pero no de la reescritura de vida.
Ezequiel Romero