En medio de incertidumbres por el horario de la madrugada, que a Adolfo Castelo y Alejandro Dolina les parecía “prácticamente una ofensa” ya que era algo marginal en ese entones… se inició por “Radio El Mundo” de Buenos Aires: ”Demasiado tarde para lágrimas” en 1987.
Dolina venía de hacer: “Humor de la galera” y “Mañanitas nocturnas”.
El mismo comentaba en algún reportaje, para quitarse mérito, que su principal ocupación en esa época era entrar a los bares, aplaudir y hacer poner de pie a los parroquianos para que recibieran como era debido a Antonio Carrizo…
“Eran los tiempos en que Cacho Fontana y otros apabullaban con su despliegue de móviles y en esa radio tan pobre como era Radio Argentina, Dolina encarnaba a Gómez, el inmóvil, y por primera vez interpretaba, en un piano absolutamente desafinado, al maestro sordo Héctor Gancé”
Ya en “Demasiado tarde para lágrimas”, aparecen otros personajes y sucesos memorables: “jugábamos a los dados por radio; venía el mago oriental Washington Tacuarembó a deleitarnos con sus sombras chinescas; al hombre bala Ralph Caserta lo lanzábamos como para que rebotara en todas las paredes; los payadores instrumentales y abstractos Morte y Gargiulo en vez de cantar como Dios manda, en castellano, se toreaban mediante onomatopeyas. Y de los tra tra trá terminaban en una pelea terrible. Teníamos también al maestro de quena Atahualpa Beimberg, a Tamara la reina del streaptease, al hijo del sordo Gancé.”
Surrealismo por radio y regreso del público en vivo. “A propósito de la incorporación del público a su programa, Dolina dice que fue una casualidad”, cuenta Ulanovsky:
“Creo que venían a verificar la existencia del sordo Gancé. Primero vino uno, pidió permiso y se quedó, después dos, después cinco y ya se hizo una rueda”. Lo que Dolina no cuenta es que la cadena de oyentes fieles, en su mayoría jóvenes, grababan al principio sus audiciones y hacían circular los casetes como si fuera una conspiración de fanáticos. Con el tiempo, el programa se convirtió en lo que el corazón de Dolina necesitaba que fuera: un secreto homenaje a la radio de antes. Sus programas tiene público, tienen un comentarista de la vida, tienen música en vivo, tienen un radioteatro con efectos especiales y tanto él como sus partenaires ofrecen abundantes oportunidades para imaginar.”[1]
[1] Ulanovsky, Carlos. En: “Días de Radio”.
Dolina venía de hacer: “Humor de la galera” y “Mañanitas nocturnas”.
El mismo comentaba en algún reportaje, para quitarse mérito, que su principal ocupación en esa época era entrar a los bares, aplaudir y hacer poner de pie a los parroquianos para que recibieran como era debido a Antonio Carrizo…
“Eran los tiempos en que Cacho Fontana y otros apabullaban con su despliegue de móviles y en esa radio tan pobre como era Radio Argentina, Dolina encarnaba a Gómez, el inmóvil, y por primera vez interpretaba, en un piano absolutamente desafinado, al maestro sordo Héctor Gancé”
Ya en “Demasiado tarde para lágrimas”, aparecen otros personajes y sucesos memorables: “jugábamos a los dados por radio; venía el mago oriental Washington Tacuarembó a deleitarnos con sus sombras chinescas; al hombre bala Ralph Caserta lo lanzábamos como para que rebotara en todas las paredes; los payadores instrumentales y abstractos Morte y Gargiulo en vez de cantar como Dios manda, en castellano, se toreaban mediante onomatopeyas. Y de los tra tra trá terminaban en una pelea terrible. Teníamos también al maestro de quena Atahualpa Beimberg, a Tamara la reina del streaptease, al hijo del sordo Gancé.”
Surrealismo por radio y regreso del público en vivo. “A propósito de la incorporación del público a su programa, Dolina dice que fue una casualidad”, cuenta Ulanovsky:
“Creo que venían a verificar la existencia del sordo Gancé. Primero vino uno, pidió permiso y se quedó, después dos, después cinco y ya se hizo una rueda”. Lo que Dolina no cuenta es que la cadena de oyentes fieles, en su mayoría jóvenes, grababan al principio sus audiciones y hacían circular los casetes como si fuera una conspiración de fanáticos. Con el tiempo, el programa se convirtió en lo que el corazón de Dolina necesitaba que fuera: un secreto homenaje a la radio de antes. Sus programas tiene público, tienen un comentarista de la vida, tienen música en vivo, tienen un radioteatro con efectos especiales y tanto él como sus partenaires ofrecen abundantes oportunidades para imaginar.”[1]
[1] Ulanovsky, Carlos. En: “Días de Radio”.
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