No estaría ahora en este
sitio si este fuera un país serio en el que no se cortase la luz a cada rato y se
me descongelase la heladera.
Parece una pavada, pero esa
es la verdad.
Lo demás, me temo, es sólo un
malentendido.
Ya me había resignado a la
poco glamorosa vida que me había tocado en suerte… bueno: “suerte”, lo que se
dice “suerte” no he tenido mucha. Y a ese tipo de cosas me refiero cuando hablo
de malentendido.
Yo maté al fiscal y quiero
que me lo reconozcan. Todos se hacen famosos por mi esfuerzo. Ese asunto me
tiene cansada. No se mató, no fue Cristina. Ella me persigue a mí desde que me
agregó al grupo de Whatsapp de los chicos de la primaria (me pareció gracioso
cuando me lo propuso… somos grandes. A la mayoría hacía añares que no los veía.
Ni me acordaba los nombres. Bueno, eso me da algo de vergüenza).
¿Para qué me invita si
después me va a echar?
Está re loca esa mina. Tiene
un carácter de mierda. Escribía rarísimo y cuando alguno le pedía que repita o
explique porque no se le entendía nada, mandaba un audio salvaje. Tipo: “Soy Cristina, pelotudo” y lo borraba
del grupo, alegando que ella lo había creado y podía hacer lo que se le diera
la gana. Así, de una… re democrática.
A mi me borró “teóricamente”
por no aportar nada.
Pero, la verdad, que fue por
lo del fiscal.
El me resultaba repulsivo. No
por esa cabeza cuadrada (que podría explicar lo cuadrado de su cerebro)
encajada en ese cuerpo rectangular y plano, desgarbado y sin la menor gracia.
Lo que me molestaba en exceso era su falta de coherencia y sus obsesiones. Una
tras otra y la última la peor.
Odié trabajar con él.
Mi vida se tornó miserable.
Era un ser despreciable. Sin
empatía. Un narcisista.
Y no se daba cuenta del asco
que generaba. O la risa, al final. Se le estaban cagando todos de risa y no se
daba cuenta.
¡Era un nabo!
Eso me molestaba… que se la
diera de piola y era un gil.
Vivía en su nube de pedos y
no veía la realidad.
Cuando me lo encajaron en mi
despacho, no creí que fuese tan imposible la convivencia. Al principio me dio
pena, aunque me arrepentí pronto. Y si algo me dolió en el primer momento, fue
que me di cuenta de que cuando a mí me desplazaron de mis funciones y me
mandaron como castigo al Archivo, a él ni se le movió un pelo. Y en esa época
yo lo consideraba un amigo. Fui a la primaria con su esposa (su ex). Ella
también estaba en el grupo de Whatsapp… todavía está con Cristina. Es la
segunda al mando.
En serio.
Cuando lo dije la primera vez
nadie me creyó.
Todavía no lo entienden.
Nadie ve lo fayutas que son
esas minas…
La cuestión es que este ganso
no sabía hacer nada y se le dio por escribir.
O sea que “trabajar” para él
era venir cuando se le cantaba y redactar literalmente cada cosa que pasaba en
este lugar sagrado. Unos días después de su llegada, ya anunciaba que ahora era
un escritor y estaba por terminar una novela.
Me cayó para el ojete.
Yo llevo años corrigiendo
borradores… y el personaje éste ya tiene quien le publique ese engendro.
No hay derecho. ¡No hay Derecho!
Lo maté por su hipergrafía,
no por lo que se dice en todas partes.
No sabía redactar. Y para mí
eso es lo peor. ¡Me enferma!
¿Era un escritor?
¡Era un “ñoqui”!
Uno más de los que andan por
ahí haciendo huevo porque no los pueden echar y les asignan tareas pasivas,
jodiéndonos a los demás.
Bien muerto está.
Pero no se mató. Cuando lo
leí en el diario decidí salir a reclamar: ¡Yo también quiero tareas pasivas!
Quiero tiempo para mí. Para escribir.
¡Métanme en cana y denme
tiempo para terminar mi novela!
No puedo tomarme un año sabático
ni ser ñoqui.
Yo soy honesta.
Yo laburo en serio… y cuando
llego a mi casa no logro que ni una neurona me siga andando. ¿Cómo quieren que
escriba?
Escriben los millonarios y
los ladri como el fiscal, que se pueden rascar y tomarse el resto de la tarde
libre para seguir rascándose y “escribir”.
Escribir muchas letras no es
ser escritor.
Yo escribo muchos expedientes
y no soy escritora por esa labor. Me dedico a corregir las brutalidades que los
abogados no saben explicar y otras cosas que tipeo por una razón laboral.
Soy escritora cuando decido
crear ficciones.
Pero las personas que
comparten esta vocación y tienen tiempo libre como para producir muchos
párrafos, a veces, no acumulan más que borradores que no son obras terminadas…
¡Y las publican igual!
¡Hijos de puta!
“De adverbios está empapelado
el infierno”, decía Stephe King. Y no mentía.
Y con esa célebre frase
empezó todo…
Se la dije a ese imbécil para
no insultarlo como se merecía por ser tan caradura de mostrar siquiera esa
sarta de pelotudeces inconexas y sin una sola puntuación que hiciera sospechar
un párrafo, diálogo o idea de lo que trataba ese engendro impreso del que
estaba orgulloso.
Y no me entendió.
Creyó que me podía explicar…
No lo que no se podía
entender en su inenarrable jerga. Sino como escribir mi propia obra. Darme
ánimos y consejos a mí… que desde la secundaria ya sabía mi vocación verdadera y
durante años lo escuché burlarse o cambiar de manías sin parar. De aburrido e
inoperante.
No lo pude evitar.
Era para matarlo.
No hay derecho a soportar
gente así.
No es justo…
Quise hacer justicia. Era
nuestra misión primigenia.
Eso lo digo ahora, que tuve
tiempo para procesar todo esto que cuento. En ese momento, fue una emoción
violenta. Lo empujé con todas mis fuerzas y rodó por la escalera hasta el
subsuelo.
Me estremecí de miedo en ese
instante. Pero cuando bajé corriendo a socorrerlo y lo miré ahí, enrollado como
un ovillo en el piso, lo que pensé fue que al final, tan desgarbado que
parecía, era bastante flexible y podría caber en la heladera. Así que en plena
euforia, lo metí. No sin esfuerzo.
Mi vida siempre fue así.
Vivida con esfuerzo.
A mi nadie me regaló nada.
Todo ha sido una lucha
constante por sobrevivir a la hostilidad imperante a mi alrededor.
Desde la primaria, me acusaban
de no encajar.
De creerme una artista… y se
burlaban de eso como de mi origen. Tuve que soportar cataratas de chistes de
gallegos, como si al oírlos y no reírme fuese una amargada. Porque a esos
boludos les parecían chistosos.
Y me volví una persona gris
como ellos… pero por no poder ocuparme de mis propias cosas, por no lograr
triunfar y vivir del arte. Por convivir con gente como ellos, para pagar las
expensas.
Bien muerto estaba ese
infeliz. Representaba todo lo malo del mundo en su patético envase de carne y
huesos. Ya no era más que eso.
Cuando volvía para casa en el
bondi, pensé que nadie lo echaría de menos.
No me puse triste por él.
Sino por mí.
Cuando pensaba en ser
artista, soñaba en vivir mis personajes, y quizás ser como David Bowie, devorada
por ellos. Ahora tal vez pudiese escribir sobre una asesina…
Pero no quería serlo. Quería
terminar mis otras obras, no comenzar una nueva historia.
Era la tristeza de ese Mayor
Tom[1] capaz de despegar su nave espacial que luego sería
desechada en una órbita eterna con él mismo convertido en chatarra espacial…
esa misma sensación que me vuelve al escuchar: “Confortably numb”[2]. Nunca me repuse de esa película vista en mi
adolescencia.
Creo que podría precisar el
momento en el que me rendí y me dejé ganar por el tedio de una vida sin
emociones. El momento exacto en el que dejé de ser yo misma para sentirme
sentada “en un tarro de hojalata muy por encima del mundo (…) y no hay nada que
pueda hacer”.
Al llegar a casa, pensé en la
persona que fui… y cuando a los nueve años al entrar en lo de mi amiga Mónica
sonaban extraños acordes provenientes del combinado del tío Jesús. Era la
introducción de: “Sargent Pepper”[3].
Entonces me sentí genial.
Escribí mucho y pensé que no necesitaba volver a abrir la heladera. Trabajo
sola, nadie lo iba a encontrar. Ni a limpiar vienen. Todo podía seguir igual…
¡Mejor! Ya no tenía que compartir mis horas con ése boludo.
Pero duró poco.
El lunes, al regresar al
trabajo, el fiscal no estaba donde lo dejé y recibí la amenaza de Cristina, que
antes de borrarme del grupo tuvo un estallido.
_ ¿Cómo que no estaba? _ me
interrumpió de pronto el analista.
_ ¡Ah! Pensé que había
salido…
_ No, no. Escuchaba con
atención.
Le iba a contar lo que hizo
Cristina y me corta el hilo de la historia…
_ Yo conozco las otras
versiones de este asunto, me sorprende este giro.
_ Si ahora dudo o
trastabillo, será su culpa. Si le va a creer a los demás, le convendría
escucharme a mí, que estuve ahí. Lo demás es sarasa. Ya lo dijo usted: “versiones”
que se tejen para la prensa y me dejan afuera por no ser mediática.
Es importante como se dieron
los sucesos. Yo llegué más feliz y radiante que una colegiala y me lo encuentro
a él más fresco que una lechuga. Y lo peor es que recién me di cuenta horas
después de estar ahí…
Le juro.
Me pasé la mañana entera
tipeando como loca, feliz de poder avanzar en el trabajo sin las interrupciones
de ese salame… estaba todo tan bien. Era maravilloso.
Pero tuve sed.
Vio que le dije que me olvido
de los nombres, también de comer si estoy ocupada. Ni voy al baño cuando estoy
embalada. Pero casi a mediodía me dio sed y bajé al depósito. Al ladito está la
cocina. Y la heladera con la puerta abierta…
Vacía.
Yo había estado laburando de
forma eficiente y sin interrupciones innecesariamente molestas… sin
preocuparme. Y ahora tenía que interrumpir ese ritmo genial que había logrado
para ponerme a buscarlo.
¿Se da cuenta lo mal bicho
que era?
_ Me doy cuenta de que usa
muchos gerundios. “De adverbios está empapelado…”
_ Usted es un irrespetuoso…
_ No me mate…
_ No me cree y me corta el
clima. Seguramente es el tipo de lector que habría entendido esos bodrios que
el inepto escribía.
Pero bueno. La cuestión es
que en ese momento de desconcierto, mientras miraba el lugar atónita, me suena
el teléfono. Subí corriendo y lo agarré. Bajé también a la carrera y todavía
jadeando contesté y volví a mirar la escena primaria del crimen, sin entender
todavía.
_ Era Cristina.
_ No. Laura. Una de las ex
del fiscal. La esposa original, digamos. Ella está también en el grupo…
¿Recuerda?
Me pregunta como si nada “como
andaba”…
En esa circunstancia era
extraño, sobre todo si tomamos en cuenta que nunca se preocupa por mi bienestar
ni el de nadie. Solo vive para sí misma. Es una mujer muy egoísta. De las que
se quejan de que nadie las tiene en cuenta, y la verdad es que suele ser todo
lo contrario. Una se va cansando y abandonando a la gente así.
Cuestión de supervivencia.
Incluso el estúpido ése la dejó. En realidad fue al revés… ella le dio salida y
él sufrió un poco. Pero como fue tan poco, ella empezó a sufrir por eso. Así
que lo empezó a perseguir y él ya tenía otra mina al toque: Patricia. Al final
lo llamaban a cada rato las dos…
Inexplicable.
No me quiero distraer. Es su
culpa.
Venía tan bien mi relato… pero
tenía que interrumpirme.
_ Siga, por favor.
_ Ella no quería nada de él. Disculpe
si me río. En realidad, quería la tarasca…
Pero no me llamaba para
hablar del fiscal. Me contó que Cristina estaba furiosa conmigo. Y en ese
instante en el que yo “escaneaba” afanosamente el lugar con la mirada, viendo
los estantes de la heladera en el piso, los vasos y botellas que había sacado
el viernes para meter el cadáver ahí adentro,
me dice: “pero ahora se la agarró con vos, guarda”.
Cristina había estado administrando
ese grupo como si las absurdeces que se comentaban ahí tuvieran algún sentido.
Todo lo tomaba como si se tratase de cuestiones de vida o muerte. Razones de
Estado.
Ya se había metido con otros
integrantes y los insultaba para después borrarlos. Como escarmiento, alegando
que “no le servían” si no participaban o le comentaban las boludeces que
posteaba. Era como su pequeño feudo y pudiese descabezar al que se le daba la
gana.
_ ¿Y el fiscal?
_ No. El no estaba en el
grupo. Iba a otro curso. El grupo es de los compañeros de la primaria que
cursamos juntos. La verdad, a ese le podría haber cortado la cabeza… era lo más feo que tenía. Era caricaturesco…
_ Me refiero a que cuando la
distraje con mi primer comentario hablábamos de que ya no se hallaba en el
sitio en que lo había dejado.
_ Exacto. Yo lo buscaba con
la mirada con desesperación, mientras sostenía el celular y escuchaba a esa
mujer cizañera.
Le dije que no me importaba
que me borren del grupo. Me hacían un favor. No tengo nada en común con esa
gente. Finalmente cortó y noté un hilo de luz por debajo de la puerta del baño…
Se me paró el corazón.
Entonces volvió a sonar el
teléfono y pegué un salto. Miré las dos botellas de plástico, absurdas. Sin el
peso de un buen sifón de soda de aquellos de antaño, de vidrio. Mi papá me
contó una vez que le pegó en la cabeza a uno en una gresca y fue en cana por
provocarle graves lesiones…
_ Y sonó el teléfono…
_ Y era Cristina.
¡Justo!
Me dijo de todo sin filtro.
Me quiso apurar:
_ Hola Maru. ¿Cómo andás? No
te veo en el grupo… ¿Pasó algo?
Dudé. Pero no le dije: “Si,
se me escapó la tortuga”. Me mantuve lo más serena posible y le contesté que
no:
_ Todo bien. Un poco ocupada.
_ Pero el grupo está para
contenernos. Para ayudarnos entre todos… Siempre hay una oreja para
escucharnos… Podés pedirnos ayuda.
_ Es algo laboral…
_ ¿Cómo es eso? ¿Algún
problema con el fiscal?
Y ahí me paralicé del todo.
No podía creer. ¿Qué me
estaba diciendo en realidad esa loca? ¿Qué sabía?
Por un momento pensé que
estaba en el baño. Pero no la oía hablar ahí, me estaba llamando de otro lado.
Yo estaba muy nerviosa y me costó mantener la calma, pero traté:
_ No _ le dije.
_ ¿Y qué te pasa?
_ ¡Problema mío!
_ ¡Te voy a borrar del mapa!
Sos una desagradecida.
_ Y yo le voy a contar a
todos lo que estás haciendo con…
_ ¡Pará! ¿Qué decís?
Escuché ruido en el baño y
agarré la botella más llena con la mano libre. Ella seguía:
_ ¿Cuándo nos vemos? No es lo
que parece. No pasó nada… dejame que te cuente…
Mientras levantaba la botella
y miraba fijamente la puerta del baño escuchaba a Cristina pidiéndome con
desesperación que no la quemara en el grupo.
Igual todos pensábamos lo
mismo y teníamos otro grupo paralelo en el que chusmeábamos y nos cagábamos de
risa de su coqueteo descarado con su ex de la infancia. El también está en el
grupo. Pero ya no es un lindo nene… es un pelado cualquiera. Y la verdad es que
a mí me da igual si a ella le calienta todavía o no.
Así que le dije que se dejara
de joder y que hiciera lo que le viniera en gana.
Ahí se abrió la puerta y
aparece ese infeliz fresco como una lechuga y con cara de atontado.
Bueno, ya le conté que ese
gesto le era habitual…
Yo creí que me infartaba de
la impresión, pero ni grité ni me morí. Si no moría él no iba a aflojar yo. Lo
único que atiné a hacer fue a revolearle por la cabeza el celular. Le di de
lleno en la frente. Lo hice trastabillar.
_ ¿Y la botella?
_ Me la tomé de un saque.
Fondo blanco. Pero no me afectó tanto, era solo agua. Lo que me afectó fue su
irrupción de nuevo en mi vida. ¿Hasta cuando iba a soportarlo?
En fin, lo empujé y cayó de
espaldas. Quedó seco, tendido en el piso. Ni una palabra. Lo único que se oía
era la voz de Cristina. Levanté el teléfono y miré la segunda escena del
crimen, esperando haber sido más efectiva en esa ocasión.
Suspiré y le dije a esa
yegua:
_ ¡Terminala!
Y le corté. Así nomás. Me di
cuenta de que estaba temblando.
También comprendí lo que pudo
haber pasado. El viejo reloj eléctrico de pared estaba clavado en el horario en
que se cortó la luz ese viernes “no tan fatídico”. La luz y la cadena de frío,
por lo visto. Y mirando más de cerca, el burlete de la heladera cedió. El tipo
se habrá caído por su propio peso.
Tenía que pensar como ser más
efectiva en esta ocasión.
Miré al finado y pensé que
era mejor guardarlo en el baño. Ya estaba caído ahí. Solo debía darle un
empujoncito para adentro. Tal vez flexionarlo como el viernes…
En esa complicada tarea
estaba cuando escuché que alguien abría la puerta del despacho. Me congelé del
miedo y escuché la voz de Cristina llamándome.
Solté a ese mamotreto y salí
cerrando con dificultad la puerta.
Le grité que ya subía y corrí
escaleras arriba para llegar agitada, diciendo que justo me pescó en el baño.
Me sonreía tratando de
hacerse la buenita. Pero ya sabemos que no le sale esa cara…
_ Tenemos que hablar Maru…
dejame que te cuente.
_ No hace falta…
_ No pasó nada. Seamos las
mejores amigas otra vez.
Yo lo único que quería era
salir de ahí. Sacarla a ella, en realidad. Así que la convencí de que fuéramos
a tomar algo y que me cuente lo suyo…
Era una pavada tan pava… que
se me hizo eterna la velada. Pero ella se veía más tranquila. Me llevó hasta
casa y me pidió que entre al grupo.
Lo hice un poco para limar
asperezas y que deje de perseguirme y para no pensar en el fiscal. Tenía que
desenchufarme un poco para descansar y con las fuerzas y astucias renovadas,
hacer algo con el hombre del baño a la mañana siguiente.
Cuando entré a Whatsapp, el
grupo estaba hablando banalidades como de costumbre. Empecé a leer los cientos
de mensajes atrasados de días atrás, como para tener idea de en qué andaba esa
gente. Pero no había mucho hilo de conexión aparente. Pensé que escribían como
el fiscal. Con errores ortográficos y sin la menor coherencia.
Recién opiné cuando estaban
consolando a una de las chicas que había tenido un problema medio
intrascendente y estaba un poco compungida. Era medianoche y Cristina ya estaba
a full tirando afecto a granel con déficit de caracteres, signos y acentos:
Las
llamadas y mensajes enviados a este chat están seguros con cifrado de extremo a
extremo:
Cristina_
Marta intentá vos “etar” bien y agarra agenda y anota todas las fechas eso
ayuda mucho
Marta_
Si. Es verdad!!! Gracias!!
Yo_
Buenos días. Ya es martes. Hola Marta…
Cristina_
Marta te haces tratar por tu problema
Marta_
“Hoal” Maru
Yo_
Andás mejor?
Marta_
Maso. Gracias. Me dicen que es nervioso. Emocional que le dicen ahora
Cristina_
Lo que necesitas conta con nosotros
Marta_
Mil gracias por estar
Cristina_
Aca estamos para ayudarte y podes contar yo puse en este grupo la gente que
estuvimos desde primer grado y conta con nosotros. No está Marcela “te dijo”
para que no metas la pata
Yo_
Por qué no está Marcela?
Cristina_
“Porq” no “m justa” como primero segundo a Carla la volvio loca para que este
en el grupo la dijo que no sabia q capas una semana la tuvo asi y ahora es todo
amor.
La
gente asi conmigo no va blanco y negro y ella es gris.
Y me
resulta muy falsa todos tenemos problemas pero los de ella son terrible
Yo_
Qué pena que pienses así… después de lo que estuvimos hablando.
Cristina_
Perdón pero yo soy muy frontal
Yo_
Si, ya lo charlamos…
Cristina_
Y si no les justa mi forma de ser que maneje otro el grupo y m salgo no tengo
problemas
Yo_
No… no pasa por ahí.
Cristina_
No me importa Maru yo la acepte en la reunión pero no la quiero en el grupo
Yo_
Bueno, hacé como quieras. Ni me había avivado…
Cristina_
Como quieras vos maneja el grupo yo me salgo
Yo_
No! Si te dije que no me interesa…
Cristina_
Que lo maneje otro
Yo_
Por qué te lo tomás a mal?
Cristina_
Ya le dije a Laura que lo administre ella yo soy muy bruja y no la quiero aca
en mi grupo
Laura_
Chicas! Tranquilas!!
Cristina
eliminó a Marta
Cristina_
Me equivoqué perdón
Laura_
Qué onda? La agrego?
Cristina_
Me equivoqué perdón
Cristina
salió
Laura
agregó a Cristina
Laura
agregó a Marta
Cristina
salió
Marta_
Qué me perdí? Me eliminaron? Todo bien, pero no creo haber hecho nada pero allá
vos Cris
Laura_
Fue sin querer Marta… se confundió.
Marta_
Todo bien con vos Laura. Gracias por agregarme. Me perdí. No se entiende nada.
Yo_ :(
Laura
agregó a Cristina
Y ahí me eliminó a mí. Como
primer acto de su nuevo gobierno. Por esa boludez. Y porque ya sabía que no la
iba a incendiar. Se lo había prometido un rato antes en la confitería.
Mientras me distraía con ese
delirio de chat, el fiscal persistía en volver a la vida como un zombie.
_ ¿O sea que admite que no lo
mató usted?
_ Le expliqué que su cabeza
era muy rara… es obvio que se parecía más a Homero Simpson que a cualquier
humano. ¿Vio el episodio en el que descubren que tenía una capacidad
extraordinaria para soportar golpes?
_ No. La verdad que no.
_ Usted no me cree tampoco. Y
no ve Los Simpson. No me merece respeto.
Le decía, que ese tipo se
despabiló en el inicio de la madrugada, por lo visto, y se comunicó con su
abogada. Ella le avisó que su ex lo estaba desplumando. Y a él ya le importaba
poco. Lo único que quería era publicar su “novela” y cobrar las regalías.
Imaginaba un éxito y la pobre mujer no podía creer lo que oía. Pensaba que eso
era invendible y se quedaría sin un mango si el otro perdía todo su capital.
¿Cómo le iba a pagar?
Se lo dijo directamente para
que comprendiera. Recuerda que los que lo conocimos pensábamos que era medio
nabo.
Pero debe haber entendido… y
usó un recurso que es muy efectivo: la muerte.
Cuando una persona fallece,
pasa a ser buena, interesante y ese tipo no lo era en vida. Pero hoy está en
boca de todos. ¿Comprende?
_ Entonces no era tan tonto
como usted cree…
_ Capaz tuvo un momento de
lucidez o de desesperación. Pero si hubiese visto la carta que dejó explicando
que se mataba y que le dejaba las regalías a su nueva ex, Pato…
¡Qué indignación!
Era una esquela llena de
horrores de ortografía. Más aberrantes que los del chat de mis compañeros.
_ ¿Dónde está esa carta?
_ La destruí.
_ ¿Por qué?
_ ¡Yo maté al fiscal!
_ Me está diciendo que se
mató él.
_ ¡Pero lo intenté! ¿No sirve
de nada mi esfuerzo? ¿No me lo piensan reconocer?
_ La última persona que se
registró en el lugar fue Cristina…
_ Yo salí con ella. El pibe
de la limpieza que le dio el arma homicida ya estaba adentro. El propio fiscal
lo llamó para contarle sus desdichas y lo hartó, pobre pibe. Ya le conté que
nunca aparecen por su propia voluntad. Y ahora sí que no vuelven más…
_ ¿Qué arma podía llevar el
muchacho?
_ Venenos, bolsas… ¿Qué se
yo?
Necesito que se haga justicia
conmigo, un lugar para escribir… tiempo.
El tiempo es precioso.
La justicia, al final va a
terminar siendo divina.
Intérneme. Por favor…
Tenga piedad. Estoy muy
estresada.
_Bueno, vamos a hacer esto:
le paso su caso a un psiquiatra. Yo no puedo internarla ni medicarla. Solo hago
la entrevista de admisión y la derivo al profesional que la va a atender.
_ ¿Y él me va a admitir en
alguna institución donde pueda tener tiempo para escribir?
_ No. La admisión para un
tratamiento. Me temo que lo suyo es ambulatorio.
Los titulares del día
siguiente debieron hablar del crimen del psicólogo y desterrar el ridículo
asunto del fiscal.
Pero es obvio que no se
empujar bien a la gente. No tengo suerte o no tengo la energía suficiente, por
lo visto. El hombre está internado y yo detenida. Y a nadie le importa mi
participación ni intencionalidad en el deceso del mal escritor compulsivo.
Si como dije de entrada, este
fuese un país serio, la gente no estaría pendiente de las dos ex del fiscal,
que se pelean en los programas de la tele para mantener viva la noticia y
vender esa porquería como pan caliente.
Patricia la hizo publicar y
las declaraciones de Laura reclamando “la obra”, mantienen el interés de los
necios que me niegan.
Parece que me van a mandar a
casa de vuelta. No me encuentran nada. No me preocupa demasiado a esta altura.
Acá solo pude escribir esporádicamente, ya que se la pasan interrumpiéndome
para tomarme declaraciones y se me acaba el rollo de papel donde plasmo mi
historia. Lo peor es que tengo que ir al baño y debo decidir si mi obra es más
importante que mi necesidad fisiológica y la posterior higiene. Es muy injusto.
No hay derecho.
María Elsa Rodríguez
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